La XIV legislatura que está a punto de terminar ha sido sin duda una de las más insólitas desde la recuperación de la democracia en España. La inédita configuración de un gobierno de coalición y la llegada de la pandemia, que forzó la suspensión de la actividad parlamentaria, han marcado una etapa de dificultades y polémicas. Además, un Congreso fragmentado en multitud de partidos políticos y con una extrema derecha que aprovechó la fuerza de sus 52 diputados para incendiar debates y presentar dos mociones de censura ha contribuido a la polarización del panorama político.
Meritxell Batet, presidenta de la Cámara Baja durante estos cuatro años, ha decidido renunciar a repetir la tortuosa experiencia. A pesar de las dificultades, Batet y su equipo han logrado implementar nuevas fórmulas tecnológicas para mantener la actividad parlamentaria durante la pandemia, como plenos híbridos y el uso del voto telemático.
Sin embargo, la presencia de la extrema derecha en el Congreso ha sido un factor de tensión constante. La estrategia de judicialización de la política y la presentación de mociones de censura por parte de la ultraderecha han buscado agitar su ideario retrógrado y llevar al límite el reglamento del Congreso. Sus discursos xenófobos, machistas y ultraliberales han incendiado la Cámara en numerosas ocasiones, generando críticas hacia la presidenta por no atajar con suficiente contundencia estas salidas de tono.
La legislatura también ha estado marcada por la gestión de conflictos derivados de decisiones judiciales, como la retirada del escaño al diputado de Unidas Podemos Alberto Rodríguez tras ser condenado por el Tribunal Supremo, o la paralización de una votación en el Parlamento forzada por la derecha judicial.
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