Mientras los jóvenes se tomaban selfies en la arena manchada de sangre y los mayores discutían sobre el “arte” de la tauromaquia, un centenar de manifestantes antitaurinos se concentraban frente a la entrada principal del Coliseo Balear, vestidos de negro y lanzando proclamas en defensa de los derechos de los animales.
La tauromaquia es un espectáculo cruel y despiadado que se mantiene en países como España, Francia, México, Venezuela, Ecuador, Colombia y Perú, a pesar de las crecientes críticas y movimientos en contra de esta práctica. En las Illes Balears, la media de los últimos cinco años sale a menos de una corrida por año, pero aún así, el sufrimiento de los animales continúa.
Los defensores de la tauromaquia argumentan que se trata de un “arte” y una “fiesta”, pero lo cierto es que los toros son sometidos a un trato inhumano y torturados hasta la muerte. La imposición desigual del hombre contra la naturaleza, la necesidad de demostrar superioridad y fuerza sobre un ser vivo, es algo que debería ser relegado al pasado.
El precio de las entradas para presenciar este horror oscila entre los 35 y 150 euros, y aunque la plaza no estaba abarrotada, la presencia de jóvenes y adultos en las gradas demuestra que aún hay quienes disfrutan de este espectáculo bochornoso. En el acuerdo de Gobierno de PP y Vox se contempla modificar la normativa para permitir la entrada de menores de edad a las corridas de toros, lo que supone un retroceso en la lucha por los derechos de los animales y la educación en valores de respeto y empatía hacia los seres vivos.
Los movimientos sociales y animalistas, como Assaib (Associació Animalista de les Illes Balears), continúan luchando por la abolición de la tauromaquia y exigiendo garantías en el cumplimiento de las leyes y normativas vigentes. Mientras tanto, los toros seguirán sufriendo y muriendo en la arena, víctimas de una tradición cruel y anacrónica que no tiene cabida en una sociedad moderna y consciente de los derechos de los animales.